Fair Play: algo más que jugar limpio
- 19 jul
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Cuando hablamos de Fair Play en el fútbol, muchas personas piensan solo en seguir las reglas del juego, no hacer trampa, respetar al rival y comportarse bien dentro de la cancha. Pero en el fútbol practicado por mujeres, el Fair Play va mucho más allá. No se trata solo de cómo se juega, sino también de todo lo que una mujer tiene que enfrentar para poder estar en esa cancha, con sus guayos puestos, lista para hacer parte de la competencia como jugadora, entrenadora o árbitra.
Muchas veces se nos dice que hay que jugar con respeto, con honestidad y con espíritu deportivo. Pero, ¿cómo se puede hablar de justicia en el juego cuando, fuera del campo, las mujeres no tienen las mismas oportunidades para entrenar, ser seleccionadas, recibir apoyo o vivir del fútbol? Desde esta mirada, el Fair Play también tiene que ver con que podamos llegar a la cancha en igualdad de condiciones, con dignidad y con libertad. ¡Necesitamos conocer esas condiciones. !No solo las nuestras, también las de las demás!
¿Pero porqué es necesario conocer esas condiciones? Porque practicar fútbol siendo mujer en muchos lugares del mundo, y en particular en América Latina, todavía es un acto de valentía. Muchas futbolistas tienen que enfrentar prejuicios, burlas, falta de apoyo familiar, desinterés de las instituciones deportivas y muy pocas oportunidades laborales. Algunas tienen que entrenar después de trabajar largas jornadas, otras cuidan a sus hijos y luego van a jugar, muchas pagan sus propios uniformes, sus viajes, sus entrenamientos. ¿Dónde está el Fair Play cuando no hay igualdad desde el inicio?
Varias jugadoras de las Selecciones nacionales que participan actualmente en la Copa América lo han hecho visible: las jugadoras Uruguayas antes de iniciar el torneo manifestaron las condiciones precarias en que llegan a la competencia. Brasil hizo lo propio al señalar que no había condiciones dignas y seguras para el calentamiento previo. Otras situaciones se presentan en otros equipos pero hay silencio producto del brillo de los reflextores pero que se han hecho evidente en diferentes competiciones. Sabemos que hay muchos equipos de mujeres donde no hay contratos, no hay salarios justos ni condiciones médicas dignas. Hay jugadoras que se lesionan y no tienen cómo cubrir sus tratamientos. Otras ni siquiera tienen seguro. A pesar de eso, se les exige “jugar limpio”, comportarse bien y no levantar la voz. ¡Aún seguimos teniendo muchos silencios!
Desde el pensamiento feminista, filósofas como Sandra Harding nos ayudan a entender que muchas de las ideas que tenemos sobre lo que es correcto o justo en la sociedad, y también en el deporte, están hechas desde una mirada que no incluye nuestras experiencias como mujeres. Ella propone que hay que mirar el mundo desde nuestros propios puntos de vista, desde nuestras vivencias, porque solo así se puede construir una idea de justicia más completa.
Aplicando eso al fútbol, podríamos decir que el Fair Play no puede ser una regla que se impone igual para todos sin tener en cuenta que no todas las personas parten desde el mismo lugar. Para las mujeres, llegar a jugar un partido ya es un logro. Por eso, el Fair Play también debería significar reconocer ese esfuerzo, acompañar sus luchas, abrir espacios, escuchar sus voces y cambiar las condiciones para que el fútbol sea realmente para todas. ¡Y todas no estamos en las mismas condiciones!
En el fútbol practicado por mujeres el verdadero Fair Play empieza antes del pitazo inicial. Empieza cuando una niña puede jugar sin que le digan que “el fútbol no es para mujeres” o cuando le dicen a una mujer que "ya está muy adulta para estar jugando". Cuando una jugadora puede entrenar y jugar con el mismo apoyo que reciben otras jugadroas sin distingo de clase social o diversidad corporal. Cuando un club le ofrece contrato, salud y respeto pero también cuando entendemos que en el fútbol social y comunitario tenemos que hacerlo entre todas, todes y todos. Cuando se castigan los abusos y se celebra la diversidad. Cuando en los medios se cubren sus partidos con la misma seriedad o pero también cuando en la cancha abrazamos a las oponentes. Cuando las mujeres toman decisiones dentro de las federaciones, las ligas y los clubes pero también aportan en la construcción comunitaria y social. ¡Cuando nos reconocemos y reconocemos a las demás!
Cada vez que una mujer puede practicar fútbol sin miedo, sin discriminación, sin pobreza, sin acoso o sin que le pidan más esfuerzo solo por ser mujer, estamos acercándonos a un Fair Play, pero también cuando como jugadoras, árbitras, entrenadoras, organizadoras reconocemos el valor de la alegría que nos produce el juego y valoramos el trabajo que representa para cada una. Sin intentar sacar ventaja como la competencia nos ha enseñado y nos ha constreñido para llegar al primer lugar sin importar a quien dejamos en el camino. ¡Qué grandeza ganar hombro a hombro!
Sin duda, no hay que olvidar que el fútbol tiene un poder enorme para transformar vidas. Para muchas mujeres, ha sido una forma de sanar, de encontrar fuerza, de hacer comunidad, de construir sueños más allá de ganar un campeonato. Para otras ganar el campeonato es importante. Pero para que eso sea posible, el Fair Play no puede ser solo una consigna bonita que se aplica durante 90 minutos. Tiene que ser una forma de ver el deporte y la vida, basada en el respeto, la justicia y la igualdad. Reconocer todo lo que las mujeres viven para poder jugar es parte de ese respeto. Por eso, cuando hablamos de Fair Play en el fútbol practicado por mujeres, tenemos que pensar también en las oportunidades que faltan, en los derechos que se niegan, en los techos que aún existen, y en todo lo que hemos hecho -la historia de las mujeres- lo que hacemos diariamente y lo q podemos hacer para que eso cambie. ¡Y lo logramos con la juntanza!
En el fútbol de mujeres, el juego limpio significa abrir caminos, cuidar a las jugadoras, valorar sus voces y reconocer sus batallas. Significa que no basta con que nos dejen entrar a la cancha: necesitamos que el partido se juegue en condiciones justas para todas y todes. Necesitamos pasar del ámbito individual al ámbito de la juntanza donde las necesidades son compartidas y asumidas. Y eso empieza desde afuera, desde la forma en que miramos, apoyamos y construimos el fútbol que vivimos pero también el fútbol que soñamos. Esa forma en que cada día contrumios un juego propio.
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